jueves, 6 de octubre de 2016

Por amor o por negocio.

Recién fui testigo de una plática en el que el resultado de la misma puso a la palestra el estatus o cualificación moral de nuestros mal llamados valores.

En artículos anteriores hemos explicado que los valores antropológicos son tres. Todos lo demás, llámesele como se le llame, no son más que usos sociales. Y estos tienen un mayor o menor nivel de apreciación en función de la geografía, época y cultura de la persona que los defiende.

Los usos sociales son hijos de las circunstancias (tiempo y espacio), pero de ninguna manera deben ser considerados como valores.

Un valor, para ser considerado como tal, debe ser válido para todos los seres humanos sin importar época, idioma, religión o color. Los valores que no pasan este filtro son usos sociales, más no valores.

Los valores antropológicos son tres:
La reproducción de la especie;
La conservación de la especie;
La mejora de la especie.

Por supuesto que la honestidad (intelectual), la honradez (material), el respeto y demás atributos que tanto apreciamos, son de vital importancia para las relaciones humanas, sin embargo estos están sujetos a los matices de la época, de la geografía, cultura y religión de cada quien.

El tema, aunque interesante, no es el que nos compete en este momento. En otros artículos hemos hecho un análisis exhaustivo de los valores, por lo que en este nos circunscribiremos a la tergiversación que hemos hecho de los mismos, nominando con la palabra “valores” a los usos sociales, lo que ineluctablemente nos lleva a cometer un sinfín de errores de juicio.

A las cosas hay que llamarlas por su nombre, sin embargo, como nada nos aterra más que la realidad, tergiversamos el uso de las palabras para poder expiar nuestra conciencia. Sirva para ilustrar lo anterior el siguiente ejemplo:

Le llamamos Educación a la Instrucción Pública.
La educación corresponde a los padres y la instrucción pública a los maestros. Los maestros no educan, instruyen. De tal suerte que terminamos teniendo gente con carrera, maestría y doctorado, pero sin un gramo de educación, lo que ineluctablemente los condena al fracaso.

Ejemplos del cómo hemos tergiversado las palabras hay muchos, sin embargo le pido a mis dos o tres lectores que en esta ocasión me permitan abordar el tema en otro artículo para regresar al núcleo de este.

Por amor o por negocio.
En una cena integrada por un grupo heterogéneo de hombres y mujeres, grupo en el cual había dos parejas formales, tres neo-parejas y los demás separados, solteros o divorciados. En este cenáculo se dio un intercambio dialógico con el más joven del grupo (Ricardo), el cual ha permanecido soltero y sin pareja en curso.

Un ejemplo de cómo van cambiando los usos sociales es el hecho de que hace tres décadas a este hombre que está cerca de los cuarenta, la sociedad femenina lo hubiese tipificado como apestado y la masculina hubiese dudado de su masculinidad. Sin embargo hoy que las circunstancias han cambiado y que lo normal es retrasar la edad en que se da una unión formal, ya sea a través del matrimonio o de lo que hoy se nomina como neo-pareja, un hombre de su edad es visto con un atractivo potencial por parte de las mujeres y con algo de enviada por parte de los hombres…

Qué cambio: la época y con ella sus formas. En otras palabras, los valores siguen siendo los mismos, pero los usos sociales cambiaron

A Ricardo le hemos conocido varios intentos de pareja, no obstante la realidad es que ninguna de ellas ha logrado retenerlo o a ninguna de ellas ha logrado retener.

El problema, según Ricardo, es que ninguna de las candidatas potenciales ha reunido los requisitos que se necesitan para formalizar una unión, lo cual obviamente es falso, ya que él es el que consciente o inconscientemente las escoge con esa carencia de atributos que a la postre le sirven para justificar su soltería. 

En la cena el intercambio dialógico se centró en él, debido a que en reuniones anteriores estuvo acompañado de una muchacha hermosa a más no poder. Bello rostro, bella figura y una sonrisa encantadora, amén de una plática interesante, divertida e inteligente.  

Por obvias razones las damas del grupo lo cuestionaron por no haberla llevado a la cena (mujeres al fin). Ricardo vertió mil y un pretextos del porque no. Ninguno de ellos lógico y plausible. Cierto es que pudo haber dicho que no le interesa la dama y no dar más explicaciones, sin embargo la forma en que se excusó dejo ver un tras fondo diferente al que sus palabras enunciaban.

Esta dicotomía no pasó desapercibida para nadie, no obstante ellos hicieron mutis mientras que ellas se le fueron a la yugular (al fin mujeres). Al final fueron tan erráticas sus respuestas y tanto el acoso de ellas que no le quedó otra opción más que decir la verdad del porque ya no andaba con ella.

Su respuesta causo estupor en unas e interés en otros (al fin hombres). No obstante lo que más impacto causo fue un comentario postrer que hizo una de las señoras que nos acompañaban, tanto porque es madre de dos hijas como por el hecho de que nadie se esperaba esa respuesta.

La respuesta franca de Ricardo es que había dejado de andar con ella porque se enteró que la susodicha trabajaba como dama de compañía. Y se enteró por casualidad, ya que un conocido de él la había contratado para que lo acompañara a un viaje de negocios a Europa. Al regreso se reunió con Ricardo a sabiendas de que éste tenía que viajar próximamente, por lo que la recomendó ampliamente.

Ricardo llama a la dama en cuestión y cuando esta le contesta reconoce la voz. Comentó que el estupor y azoro fue tal que se quedó mudo y termino la llamada. Dejo pasar unos días para investigar y tomar las cosas con calma. Días en que ella le llama a su teléfono personal, sin que este tome una sola de las llamadas. Al final la busca y la confronta. Esta reconoce que su trabajo es ese y que en ocasiones su trabajo contempla algo más que una simple asistencia o compañía.

La información causo revuelo entre ellas y sumo interés en ellos (al fin hombres). No obstante hubo un comentario que fue el que más polémica causo.

La comensal arriba mencionada (madre de dos hijas) le dijo a Ricardo lo siguiente:
No seas idiota. Por lo menos esta cobra. Las demás lo hacemos gratis.
Nos enamoramos… Si corremos con suerte nos casamos pero al final nunca cobramos.
Por lo menos ella tiene sentido de negocio.
Cosa que ninguna de las que estamos aquí posee. 

La polémica estallo. El más feliz era Ricardo, ya que a partir de ese momento se le dejo de interpelar. Se mantuvo callado, expectante y atento al devenir del tema.

Contra lo que mis escasos lectores puedan suponer, el comentario causo indignación entre los hombres y azoro entre las mujeres. Cierto que hubo tres de ellas que se incordiaron ante el comentario, no obstante fueron ellos los que más agredidos se sintieron y por ende los que respondieron con más acritud.

La situación hizo que me acordara del filósofo Augusto Comte (1798 – 1857), padre del Positivismo. Este, al caminar por las calles de París, coincide con una mujer que camina en sentido contrario al de él por la misma acera, y tan pronto la ve siente un irrefrenable impulso de gravitar hacia ella. Se acerca, se presenta, le pregunta su nombre y le pide autorización para acompañarla a donde vaya.

Esta se ríe, le cae en gracia la transparencia e ingenuidad del filósofo y le da juego. Comte empieza a frecuentarla y a hacerse acompañar a todos lados con ella. En ese andar con Caroline por las calles de la Ciudad Luz, le ven sus cofrades y amigos, los cuales prestos y solícitos deciden separarlo de ella.

Uno de ellos investiga sobre ella, los lugares que frecuenta y el lugar donde trabaja. De inmediato se hace acompañar por Comte. Llegan al Palais Royal, lugar donde ella ejercía de prostituta, le muestra a Caroline en pleno ejercicio del oficio y le dice: Vela ahí. Es una prostituta… A lo que Comte responde: Tú vez una prostituta. Yo veo un ángel.

Lo demás es historia, se casa con Caroline, duran casados 18 años. Se separan y Comte ve por ella el resto de su vida. Al Final Caroline termina teniendo una tienda de libros y se dedica a vender y promover los libros de Comte y de otros positivistas y filósofos en general.

Los falsos valores.
Por supuesto que Ricardo está muy lejos de Auguste Comte, amén de que las circunstancias de Caroline son distintas a la de Emily. No obstante la situación que nos presentó Ricardo, así como la respuesta que nuestra compañera le dio a éste, dieron tema para el debate y la reflexión.

Según cuenta Ricardo, Emily termino diciéndole que estaba enamorada de él y que quería casarse con él.
Él respondió que no tenía dinero suficiente para hacerlo, a lo que ella respondió que ella pondría el dinero y él todo lo demás.
El contesto que no y menos si el dinero provenía de su trabajo, a lo que ella reacciono preguntándole que qué es lo realmente importante para él: ella o el origen del dinero.
Ricardo no contesto y ella lo interpelo diciéndole que él no estaba enamorado de ella y que el tema de su trabajo era un pretexto racional para no comprometerse y sentirse bien consigo mismo.

Me queda claro que Ricardo debió limitarse a decir sí o no a la propuesta de matrimonio, pero no argumentar la ausencia de dinero (lo cual no es cierto), ni tampoco cuestionar el origen del mismo, ya que al final del día no se quería casar con ella.

No vamos a hablar de que si debería casarse o no. El tema no es ese. El núcleo del asunto es el cómo los falsos valores nos enturbian la mirada y el criterio.

Antes de que Ricardo se reuniera con su amigo, se le vía en todos lados con Emily y se le veía muy bien. Tanto que a más de uno de nosotros nos hizo saber que ahora si estaba cierto de lo que iba a hacer.  

Por otro lado está el hecho de que Ricardo se tiene que mudar del sur al norte de Texas, por lo que la posibilidad de que el pasado de Emily saliera a la palestra era muy baja, si es que esto fuera un óbice para él.

Qué pasaría si Ricardo y Emily hubiesen formalizado su unión, y al tiempo él se enterara de su pasado. ¿Es razón para dejarla atrás? ¿Es más importante eso que lo que ella representa?

Ahora bien, si lo que realmente le importa es ella, porque su pasado debe ser un óbice.
¿Qué es lo que nos lleva a descalificar al otro de una manera tal que al condenarlo nos condenamos? ¿Por qué somos tan obtusos?

Coprofiloneuronal.
La gran mayoría de nosotros tenemos un problema coprofiloneuronal (excremento cerebral). Problema que vamos incrementando en el devenir del tiempo, debido, principalmente, a que hacemos poco nada de limpieza cerebral.

Recibimos en el decurso de la vida un cúmulo de conceptos que por deformación (así nos enseñaron), o por confort (pereza intelectual) o por simple claudicación (miedo a cambiar), decidimos no cuestionar y jamás pensar.

Estos rigen todo nuestro devenir aun cuando no estemos conscientes de ello. Lo que debiéramos hacer es estar en un constante ejercicio de higiene mental. Cuestionándonos porque creemos lo que creemos. A donde nos lleva ese creer. Que debemos cambiar y cómo lo debemos cambiar.

Recordemos que nosotros creemos las cosas no porque sean ciertas, sino porque tenemos una enorme necesidad de que lo sean… Ya sea por confort, por claudicación o por evasión de la realidad.

Vivir en una constante higiene mental nos ayudaría a ser mejores personas y a tomar mejores decisiones. 

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